Salgar- Antioquia Una historia Personal
Escribo estas letras pensando en la tarde en que mis pies llegaron a Salgar, sí bien, era la primera vez que físicamente visitaba este lugar, podría decir que lo conocía muy bien y me ubicaría en el sin necesidad de haberlo recorrido ni una sola vez gracias a todas y cada una de las historias que mi abuela me había contado de su hermoso pueblo. Llegar aquí significo para mí una victoria filial, un llamado que siempre había estado latente en mí, yo había estado buscando a Salgar, pero Salgar me había encontrado hace mucho tiempo.
Aquí nació mi familia y la historia de la misma, me parece ver a mi abuela recorriendo Salgar siendo sola una niña en compañía de sus padres y muy seguramente de sus otros 18 hermanos. Ella me describía la iglesia como un símbolo latente del pueblo un signo representativo y también religioso, pues su tío había sido el párroco fundador de la iglesia y quien estaría dirigiéndola por más de cincuenta años hasta el día de su muerte.
Poder narrar mis impresiones en ese momento seguramente no podría, quería quedarme ahí admirar detenidamente cada una de las pinturas que acompañaban las paredes y el gran lienzo incrustado en la base superior de toda la iglesia. ¡Qué gran obra de arte! Dije pues seguramente las manos que habían dispuesto tal dibujo superaban lo terrenal de mis sentidos. Inmediatamente quería buscar el coro, la abuela siempre me lo describía, mi mirada fue directamente al lugar exacto donde ella lo había mencionado y ahí estaba al todo el frente, esperando ser entonado por angelicales voces. El pulpito donde seguramente el tío de la abuela había predicado por cincuenta años, la pila bautismal donde mi abuela fue presentada al mundo católico, el confesionario, todo para mí era una obra de arte, plasmada en las montañas antioqueñas en medio de los cafetales y el cerro que vigila cada noche a Salgar.
Luego de admirar la iglesia salí directamente a la escultura que se encuentra a fuera de la iglesia es el busto del Párroco padre Idárraga él tío de la abuela, se erige en todo un costado en honor al hombre que levantó no solo la iglesia, sino parte del hospital y el primer colegio. Lo miré y observé en él un temple de hombre creyente, de un hombre con visón, pero sobre todo de un ser que piensa en colectivo, en la sociedad, en el bien común antes que en el personal. Caminé por una de las calles en busca del hospital, una casona inmensa, bien preservada imponente en una pequeña colina, luego de cruzar un puente. Subí cada una de las escaleras, que conduce hasta la entrada, en la mitad una virgen cuidadora de los enfermos. Lo admiré desde afuera ya que por temas de salubridad era imposible ingresar (Pandemia) de igual forma, el cementerio en donde reposan algunos antepasados, así como la capilla construida por el padre Idárraga también estaba cerrada y en estos momentos no había ingreso.
Para termina mi tarde y antes de irme quise probar el café en una cafetería en el parque principal, en medio de los lugareños tomé un taza de café, veía toda la gente en el parque, el ruido de las tiendas, las chivas que bajan llenas de productos de las fincas, un sol resplandeciente me acompañó ese día, por último, compré una réplica de iglesia como recuerdo y me despedí de Salgar con la promesa de volver, siento que debo seguir conociendo mi historia o la historia de la familia, estar allí me hizo sentir en casa, una casa que dejó de ser habitada hace muchos años, pero donde la presencia de la historia pesa más que el olvido de los años.
10 de enero del 2021
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